Cambiar de carrera después de los 40


Todos nosotros, en varios momentos de la vida, nos preguntamos si nos gusta lo que hacemos, esa actividad por la cual nos pagan comúnmente llamada trabajo o si desearíamos hacer otra cosa, algo por el simple placer de hacerlo y que además nos paguen por ello.

Puedo asegurar que una gran mayoría responde que no, obviamente hay excepciones, y qué bueno que las haya, sin embargo las casas encuestadoras año con año nos dicen, de una u otra forma, que la vida está en otra parte, ya sea publicando la lista de las carreras mejor pagadas y ver que la nuestra no está en ningún lado, o haciendo el top ten de los mejores lugares para vivir sin nuestra ciudad en el conteo, y la pregunta vuelve a aparecer, ¿hago lo que quiero o simplemente estoy en mi zona de confort?

Elegir una carrera es difícil de por sí, además es algo que muchos hacemos muy jóvenes, debo decir que realmente me parece que el riesgo de equivocarse es bastante alto considerando que después de los 18 muchas muchas cosas pasan y a medida que vamos conociendo el mundo, probablemente vamos forjando nuevos gustos y tal vez, una nueva vocación se asome. O, tal vez elegimos una carrera considerando todo menos nuestros gustos y el hastío nos ataca y así, simplemente, decidimos cambiar nuestro rumbo.

Hay un cúmulo de historias exitosas de gente que ha cambiado de carrera y lo ha hecho fenomenalmente, la psicología tal vez explicaría esto como una consecuencia lógica ya que hacer lo que nos place debería devenir en hacerlo bien, lo que a su vez sería como que nos paguen por divertirnos o algo así. Personalmente creo que lo vertiginoso de estos tiempos probablemente no ayuden demasiado con las nuevas aspiraciones y nos pongan a pensar un poco más acerca de tomar el riesgo o no, sobre todo en el sentido de no arriesgar la estabilidad que a los 30 o 40 se podría ya tener, es por esta razón que algunos orientadores recomiendan asumir este tipo de empresas teniendo un sustento asegurado, de manera que el gusto sea por gusto y no necesidad.

También, por otro lado está la opción de tomar  los años de experiencia y transformarlo en una nueva actividad, lo que nos permita dedicar nuestros esfuerzos y hacer un ejercicio de auto sustentabilidad que podría generarnos mayores beneficios en todos los sentidos, haciendo valer los conocimientos ya adquiridos y transformarlos en una nueva carrera.

Aunque, tristemente, en la actualidad en nuestro país la cultura del empleo y los empleadores todavía no es tan abierta en términos de límites de edad, personalmente no creo que haya un límite de edad ni para estudiar ni para emprender, mucho menos para empezar a ser felices. Y cualquier actividad que nos permita ser nosotros mismos con todo nuestro potencial expuesto debe, indudablemente, ser un éxito consecuente.

 

Mario Lozano

Alumno UTEL

 


Universidad Mexico