El amplio espectro que ocupa la disciplina del Coaching opera en la persona y en su emocionalidad, se sustenta en sólidas bases teóricas y rigurosas herramientas prácticas.
El coaching es un sistema integrador donde uno se nutre de conocimientos, los filtra y los desecha si no nos son útiles, incorpora conceptos provenientes del campo de la lingüística, la filosofía, Teoría de los sistemas y redes de comunicación. Este pluralismo permite sumar de manera paulatina y no “reconvertir” súbitamente, ya que aporta herramientas para el desarrollo personal y organizacional.
Como proceso transformacional, el coaching es esencialmente conversacional, se fundamenta en la intervención del lenguaje como generador de estados, conceptos e ideas que formulan creencias. El entrenador o coach induce el “paciente” a externar cuál es su situación actual, qué expectativas tenía al inicio y qué espera, la labor del coach es la de un facilitador de aprendizaje que acompaña al otro en una búsqueda de su capacidad de aprender para generar nuevas respuestas.
El coach no solo es bidireccional, es aplicable a grupos de personas, equipos de trabajo y autoliderazgo, se encamina a acortar la distancia respecto a nuestros objetivos personales con los laborales, educacionales u organizacionales.
El rol del entrenador es capacitar mediante múltiples herramientas a los participantes, para que se conviertan en observadores de sí mismos y de su forma de relacionarse para que puedan obtener el máximo rendimiento de sus competencias y habilidades. La idea medular es realizar cohesión con nuestro entorno y relaciones y nuestras necesidades personales.
Como se mencionó con antelación, el coaching se apoya de los recursos lingüísticos, el lenguaje como medio de acción y de expresión en nuestras relaciones con los otros. El principio de que las palabras son movilizadores permite operar en el pasado e intervenir en traumas, momentos de shock o circunstancias que permean negativamente en nuestro presente.
Adair Rodríguez Angeles
UTEL Editorial
