El intentar ser un empresario perfeccionista es uno de los errores que más se cometen cuando se comienza un negocio propio. Cuando las personas tienen miedo a equivocarse se estresan, lo cual conlleva a que la toma de decisiones sean erróneas, afectando su crecimiento.
Las personas que intentan siempre tener todo en perfecto orden no gozan la vida como debería ser; ser perfeccionista puede ser una virtud, pero querer ser el mejor al extremo solo dejar ver inseguridad.
Tener una serie de recursos y metas definidas, ayudará a tener mayor seguridad sobre lo que se ofrece o sobre la empresa misma, así como seguir el enfoque y no desviarse del objetivo con la certeza de alcanzar aquello que se quiere.
Ser empresario independiente implica vencer constantes retos, por lo que hay que entender que aunque se puede lanzar al mercado algo novedoso y al principio sea un boom, si este no se mantiene actualizado existe el riesgo de ser opacado por un nuevo producto.
La responsabilidad que tiene el empresario es alta, ya que tiene que saber a dónde se dirige y el desafío es continuo. Hay un límite milimétrico entre ser dedicado, responsable y eficiente, y el ser perfeccionista, por lo que se recomienda procurar mantener todo bajo control, pero sin caer en la exageración.
Cuando un empresario es perfeccionista no acepta ideas que no sean las suyas y olvida que para lanzar un negocio al mercado se requiere del trabajo de un equipo completo. Para que un negocio sea eficiente en todo su esplendor, se debe de realizar cuestiones nuevas e implementar estrategias que beneficien el crecimiento de la empresa.
Tania Paola Peralta
UTEL Editorial
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