La angustia y la frustración, ¿las enfrento desde mi razón o desde mi emoción?

La angustia y la frustración, ¿las enfrento desde mi razón o desde mi emoción?

El fenómeno de la angustia y la frustración es una experiencia humana que amerita darle suficiente tiempo reflexivo para reconocer con precisión y exactitud el trabajo de autocuidado que hemos de llevar con nosotros mismos; así, posibilitamos un encuentro con las mejores formas de respuesta. En la desatención de este hecho, experimentamos agónicamente frustraciones y vacíos que condicionan nuestro vivir hasta que estos se vuelven incapacitantes y nos hacen sufrir innecesariamente.

Lo primero es conocer nuestras debilidades

Es importante que conozcamos un poco más de lo que nos define como individuos para atacar nuestras angustias. En principio, tengamos presente que como seres humanos contamos con un elemento de conciencia que nos permite darnos cuenta  de lo que pasa en nuestra realidad, en nuestra vida.

Curiosamente, es distinto nuestro vivir si nos alcanzamos a mirar como personas; desde este enfoque, contamos con una conciencia que nos permite reflexionar acerca de cómo estamos viviendo; en esta última, colocamos una atención especial en nosotros y, al hacerlo, pensamos y buscamos resolver de modo continuo y reiterado aquello donde tenemos puestos los intereses o los anhelos, o los deseos y las ilusiones –como queramos nombrarlo–. Sin duda, abrir ese camino del porvenir –el futuro– nos hace generar expectativas. Sin embargo, en el incumplimiento de los objetivos o las metas, cuando estamos en ese punto en que no logramos resolver algo que nos es relevante se acentúa la angustia: nos mortificamos, los pensamientos se potencian y nos sentimos desbordados o afligidos, además de vulnerables. Tanto nos afanamos por alcanzar o evitar situaciones que nuestro pensamiento se agobia, sufre y padece.

Es aquí donde tenemos la posibilidad de entender a nuestra persona no únicamente desde lo que piensa sino también desde lo que siente. Pero, enfatizo que debemos conjugar ambos rubros porque si sólo gestamos soluciones desde lo que pensamos sin considerar lo que sentimos creamos ciclos de angustia que nos llevan a frustrarnos.

Reconozcamos el ciclo de angustia y frustración

¿Cómo surge el ciclo? Primero, cuando hay una o varias ideas que nos aquejan como ‘Se me acaba el tiempo del bimestre, ¿qué haré para atender lo que me falta?’ ‘¿Qué pasará con mi familia si enfermo de COVID-19?’ ‘¿Qué será de mí si no encuentro trabajo pronto?’, que son ejemplos sencillos que reafirman el ciclo de angustia ya que, si lo ahondamos un poco, nos damos cuenta de que en cada ocasión que utilizamos la interrogante ‘qué’, ésta nos conduce irremediablemente a pensar una respuesta; segundo, es posible que aparezca una respuesta biológica como taquicardia, sudoración o escalofrío, e inclusive emociones como el miedo, enojo o tristeza en nosotros, lo cual representa y reafirma nuestra angustia, o dicho más técnicamente, se completa el ciclo angustiante. Esto que se siente en el cuerpo y que afecta o incide en nuestros pensamientos es un ciclo que nos remite a la necesidad de conocer más a fondo nuestro eje corporal y emotivo humano. Hacer omisión de lo que nos ocurre cotidianamente nos expone a vivir primero en angustia y luego en frustración o abandono de vida que desencadenan otro tipo de anomalías en nuestra salud física y/o mental.

¿Cuál es el camino que debemos seguir?

El trabajo personal respecto al manejo de las angustias tiene múltiples caminos. Lo idóneo es recurrir a aquel que tome en consideración el eje del pensamiento y de la emoción como base; de no ser así, se expone la persona a que se maximicen sus angustias y se vulnere su estado físico. Cuando nos apoyamos en las corrientes que miran integralmente a un individuo se benefician tanto su pensamiento como su estado físico y sus emociones, además de que se diluyen o desaparecen las angustias que nos acercan a la frustración. La persona angustiada se caracteriza por los esfuerzos que hace para evitar una vivencia como desempleo, rupturas, duelos y, peor aún, que esto permanezca en su vida con el paso del tiempo, ya sean días, semanas o meses.

Algo sencillo que podemos considerar para conocernos mejor y lidiar adecuadamente con la angustia y la frustración es desarrollar la interrogante ‘cómo’ en nuestras jornadas. ‘¿Cómo me siento al atender mis pendientes?’, ‘¿Cómo me siento al buscar acabar con mi desempleo?’, ‘¿Cómo respondo al hecho de concluir una relación con alguien que me lastimaba?’. Hacer esto contribuye y favorece a nuestra consciencia para reconocer inicialmente los recursos variados, tanto físicos, económicos, materiales como emocionales con los que contamos y así reincorporarnos gradual y humanamente a la vida que ha cambiado y con la que hay que empezar a involucrarnos para dar un sentido diferente a nuestro existir. Intentémoslo con calma, con paciencia, con sensibilidad.

Psic. David Alberto Osorio Ibarra
Programa de Éxito Académico y Profesional (PEAP)


Universidad Mexico