La «modernidad líquida» es un concepto del cual se habla con frecuencia actualmente, pero ¿a qué hace referencia realmente?
El cambio social y cultural ha sido avasallante en los últimos dos siglos, el constante desarrollo científico y la tecnología, ha conseguido que el modo de interrelacionarse de las personas cambie de manera determinante.
La modernidad es con frecuencia denominada como «modernidad líquida» en analogía con la metáfora del comportamiento de los fluidos y lo líquido.
La Enciclopedia Británica menciona que la “fluidez” es aquella cualidad que tienen los líquidos y los gases, que los distinguen de los sólidos, que están en descanso y por lo tanto, sufren un continuo cambio de forma, según su ambiente y el espacio. Este cambio de forma es efecto de la constante tensión que se encuentra alrededor del cuerpo.
La fase actual de la modernidad es más o menos “nueva”, y su esencia es el constante cambio, la adaptación de los cuerpos, ante los constantes estímulos, al espacio que los contiene así decimos que se trata de «modernidad líquida».
Según la famosa frase del sociólogo alemán Max Weber derretir sólidos es “desprenderse de las obligaciones irrelevantes que se interponen en el camino de un cálculo racional de los efectos”. Con esto Weber nos intenta decir que debemos dejar atrás los tradicionalismos que nos impiden poder vislumbrar nuevas oportunidades, ya sea como individuos, en nuestra vida, así como con equipos de trabajo y organizaciones, es en sentido metafórico entrar en la «modernidad líquida».
Ya que los líquidos tienen la cualidad de cambiar de forma y adaptarse a los diversos ambientes, nosotros como individuos, con nuestro temperamento y virtudes debemos actuar de la misma forma. Algo exacto ocurre con las organizaciones, estas unidades que constituyen el mercado, que cada vez se abre más y se generan más y mejores oportunidades. Nosotros como individuos nos modificamos con la educación, la cual nos otorga la posibilidad de adaptación y mejoramiento, tan anhelada en esta modernidad líquida.
Ernesto Uranga
UTEL Editorial
A pesar de que nos gusta la zona de confort estoy de acuerdo con el concepto y me ayuda montones a comprender diferentes situaciones que a diario vivo en my entorno.
La mayor parte de las veces tenemos miedo al cambio, pero es necesario enfrentarnos a él y adaptarnos a las nuevas situaciones que la vida nos presenta. No hay que olvidar que «lo único permanente es el cambio».