¿Tuviste una experiencia negativa que marcó tu vida de manera abrupta? Quizá lo que has manifestado son síntomas del Trastorno de Estrés Postraumático.
Este trastorno surge a raíz de la exposición a un evento estresante por su naturaleza violenta, un suceso que pudo haber causado daño físico al individuo o deteriorado su entorno. Se caracteriza por su dimensión devastadora y herir profundamente la sensibilidad de la persona.
Estos recuerdos se agrupan en torno a intensas experiencias perceptibles, ya sean sensoriales como recuerdos olfativos, táctiles, visuales, incluso referencias verbales; por ejemplo en el caso de haber sido asaltados al escuchar: ¡arriba las manos!, puede ser que la palabra “manos” quede anclada en el inconsciente y haya una especie de aversión al escucharla.
Los neurocientìficos aseguran que estos episodios estremecedores se trasforman en recuerdos que quedan intensamente grabados en los circuitos emocionales de las víctimas. En suma estos síntomas, son indicadores de una hiperexitación de la amígdala (conjunto de núcleos de neuronas localizadas en la profundidad de los lóbulos temporales vertebrados complejos, incluidos los humanos) que irrumpen de manera reiterativa la consciencia y alteran la percepción de las cosas.
De esta forma los recuerdos perturbadores se trasforman en una especie de alarma dispuesta a activarse al menor indicio de amenaza, es decir, de que el evento traumático pudiera volver a presentarse. Esta exageración de susceptibilidad es el rasgo distintivo de todo trauma emocional; de ahí que el Trastorno de Estrés Postraumático esté nominado dentro de los trastornos de ansiedad.
La sensación de impotencia suele estar vinculada a este trastorno, normalmente las personas que lo padecen tienen un sentimiento imposibilidad de responder de alguna manera para contrarrestar la amenaza. En contraparte otro efecto del Trastorno de Estrés Postraumático puede ser la insensibilización, conocida como “anhedoina” (la incapacidad de sentir placer), que es un mero mecanismo de defensa para ahuyentar la amenaza.
El diagnóstico y tratamiento de este trastorno debe ser atendido por un psicólogo o psiquiatra bajo supervisión y cuidados particulares para su rehabilitación.
Adair Rodríguez
UTEL Editorial
